Libremente tu piel queriendo mi distancia
para ser paritorio de la luz,
sin que sean oscuros los reproches
que nos hacen jamás
cuando la ausencia duele.
¿Pero cómo admitir las plegarias al sol
sin mí en los adentros de tu entrega?
Cada vez que te siento tan próxima a los ciclos de la lluvia
abro los ventanales
y te permito entrar,
como si fueras sueño que viví
bebiéndote tan fértil.
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Gota a gota la sed
pretendiendo diluvios, la música del agua
sin más vientre que un sol
con lágrimas en fuga.
Así completitud, mientras días y noches
conjugan el misterio haciéndonos jardín
donde tiemblan las fuentes el ardor de la arena,
ese pozo que mira boquiabierto
las entrañas del sur
para ser torrencial y perdurable
en túneles de amor,
un beso a ras de luna, apenas devenir
cuando tú eres el aire que me alienta.
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Acaso quiera yo ser huracán
que te aviente de humo
para vagar fantasmas en la nieve.
Tal vez en nuestro sino seas tú
la causa del deshielo que pugna libertades
para luego fingir ausencia de crepúsculos
mientras somos cristal imaginario,
paroxismo, confín,
y también lo selvático
en la fascinación de lo imposible
mientras todo es ardor
y un beso nos disipa.
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Si no fuera espejismo
la imagen de la luz que nos proyecta
tan delirio del sol, tan ciertamente inútil
pensar que algún presagio nos quiere allí reales
para ser amplitud de las noches que sueñan claridad
entre polos opuestos,
brotando tú el otoño con savia de mujer,
la primavera en mí sabiéndote estación
en andenes de ausencia...
Si fuera el hombre yo culpable de tu incendio,
jamás apagaría el último estertor
que nos supo mirada de la muerte
mientras te sujetabas a mi sombra
y ambos pretendíamos sembrar
el origen del fuego,
malheridos de sed,
cicatriz de la lluvia
que pobló nuestra sendas.
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No quiero ser carnaza de los buitres
cuando sea el desnudo de los dos
silente atardecer de la memoria.
Contigo he de volar
la espesura del bosque,
las regiones del frío desbordante
que nos supo calor
en las sombras de otoño,
también la umbría en mí siendo viril,
el oasis callado
mientras tu lengua fresca
bebía el frenesí
de aquel desierto.
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Ya tan mínima tú bajo los cielos,
entregada al ardor en cráteres de luz
y regocijo en mí,
anónima,
menguante...
Sabíamos los dos de la blancura
que gravita universos de pasión
cuando la eternidad es un instante
preñado de quietud,
lo invisible de un gesto
en tu sonrisa quieta,
lo que rinden al sur
los desolados.
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no eres piedra en mí
sino diamante
por la noche un cristal
dormido entre las mantas
herméticos los dos bajo la duna azul
que nos limita en piel
mientras suda el amor nuestros contornos
a veces temo seas beatitud
implorando la sed que luego amaneció
milenarias estrellas
sabiéndonos frescor bajo la nieve
estridencia del polvo
si me apuras
donde cava la luz
todas sus intenciones.
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Paganos de la esfera,
hipnótica la luz en nuestro ser
contemplamos el sol
con los ojos hundidos
en rutas del deseo,
lo nómada que habitan los tuaregs
en tiempos verdecidos por quietud,
los dos la misma sombra.
mmb