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Ambos fuimos lujuria de otoño y primavera
para vivir eternos
la época dorada con la misma plenitud.
Era un pacto entre los dos,
sin firmas, sin comienzo.
Dos prímulas que crecen
regadas dulcemente por la lluvia
bajo un cielo colmado que solloza
sólo éxtasis de amor.
Y nos hemos unido sin saberlo
con sexo ultramundano
de etéreas mariposas.
Y cuando llueve el sueño
en las noches de luces corrompidas,
te incendias desde el lecho
tras las sombras agnósticas del fuego
que en el viento se mecen
desvelando el misterio del silencio
y gimes.
Manuel M. Barcia
La mirada del poema
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Aún se percibe la llama juvenil que acecha el día,
y eres el pájaro del sueño, la fe del iluso que hace
añicos lo real con el fusil de la palabra, e...
Hace 13 horas
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