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Hay un niño vencido por el sueño,
condenado a ser hombre que contempla
un futuro de agónica sentencia.
Invoca a los dioses en silencio,
con los ojos cerrados,
inmóvil, con lágrimas derramadas
por cauces de dolor al desbordarse.
Nadie acude en su ayuda,
los gritos de la noche no se calman
y andan sueltos sin control.
Y busca todavía lo imposible,
a la sombra que es luz en su sustento,
para que huya,
para que nazca al fin sin darse cuenta,
tan sólo necesita
su vida en la mirada de otros seres.
Manuel M. Barcia
Los buenos recuerdos
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Desde su fantasmal presencia agitan la bandera
donde sobrevive el aliento de ser, y aunque nadie
los llame están ahí como un árbol que da sombra
c...
Hace 34 minutos
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