Jamás he sido yo
quien movía tus hilos,
fingíamos tan sólo ser telón
de un acto inacabado,
esa sombra que cae
sintiéndose caricia de un final
con el temblor de ti
a espaldas del teatro de los sueños.
A veces el amor escenifica
carámbanos de luz
en lo ardiente del hielo,
allí brotan las voces
que luego son un río de palabras
buscando algún lugar donde fluir
un lago transparente,
acaso una mujer que sea destino
del volar de un poema,
o un títere
conmigo a paso lento,
los dos con nuestras almas recogidas.
--
Me iré si es lo que quieres,
y llámame Odiseo, buscador de aventuras
o islas donde pueda desposar
la épica de mí
sin que sea Penélope tu cruz
ni terco asentamiento
de todas las quimeras.
He intentado que fueras sanación
de múltiples ardores en todas las batallas,
incluso de las fiebres que a tu lado
con frío padecí,
conspirando en la noche lo inútil de las drogas,
para inyectar el cuerpo con remedios
que hicieran del amor
mi falta de energía.
Hazme hombre de trapo, silencio, marioneta,
enójate con todo lo que fue
mi luz de inspiración,
pero nunca te atrevas a decir
que yo fui tu ceguera,
la hidra con aliento venenoso
que tiene mil cabezas.
--
Las máquinas de guerra se han dispuesto
para ser rendición
si tú fueras la causa de mi hombría.
No hay signos de la paz en tu mensaje,
acaso lo maligno del rencor
encubriendo tu mundo en soledad
mientras nubes de ira
asombran lo azulado de tus ojos.
No soy yo el animal
que rinda pleitesía
al aroma en la carne,
tampoco el cazador
que atisba de su presa
ese modo de andar
tan cautelosamente
las formas de la noche.
Mi palabra es de honor,
pretende transparencia en lo sencillo,
la verdad que no tenga ocultaciones
ni líos de mujer
en sus enredos.
Que sea Poseidón
tu canto sirena.
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¿Qué diré cuando el mundo
presienta como vibras
los ecos del amor?
¿Cómo desfallecer esa energía
que por ti se dilata,
el éxtasis que suple los silencios
de nuestra voluptad?
Es preciso escribir
tu nombre con blancura,
hacer un verso en prosa
y escuchar en la noche la inquietud
de tu risa en los sueños,
impedir que la luna
nos demande
por nacer firmamentos
con fuego en tu interior,
arder en nuestro claustro los rincones
y el celo que desnuda a los amantes
con liturgia infantil,
como un rayo de luz
que sea divisoria del placer
cuando cierres los párpados
y la razón estalle.
--
No puedo ver un fin
sin resumirte,
sin que seas mi único sentido
a contra dirección,
duermevela de luz
en lo que pienso y existe.
No sé ya trasladar mi cuerpo a tu presencia
con la holganza de ti dentro del aire,
ni como hacer que vuelen
las alas del deseo.
¿Por qué las marionetas
avanzan despacito
-diríase a hurtadillas-
cuando el norte y el sur
carecen de horizonte
en tan burdo escenario?
Quizá sea un complot
de los hilos que penden
trapos inanimados,
para luego ser mango de sartén
con ansia de golpeo
y la risa de un público infantil
que aplaude los rigores teatrales
del dolor y la muerte.
¿Son tus ojos también esa mirada?
¿Es posible alcanzar la plenitud
haciéndome solsticio de un error,
abandono después
y alma que se pierde
sin que tú
la rescates?
Escribes con omega lo que acaba,
¿Quién soy yo para huir tu libertad
si ya me has condenado?
Hoy reniego del mar,
del cómplice oleaje
que llueve lo ardoroso,
incluso de tus labios
Ya no sé desoír
las sílabas de amor cuando eres nombre,
silencio de un poema.
--
Yo sé de tus extremos en lo sentimental,
también que eres tendencia
al mundo de los sueños,
romántica, sensible
y mi fascinación.
Quisiera, sin embargo,
ser tu desequilibrio,
el tiempo del azar transitando aventura
en lo real que eres,
el pulso más exacto del amor
y a veces el latido
que mi noche remansa.
Obtengo de las ostras tu verdad,
de tus conversaciones más silentes
que fueron melodía de los dos
cuando eramos piel
surcando y acariciando
simétricos parajes de quietud
en aras de lo eterno.
Ahora, bajo el mar,
espero que renazcas en un río,
caudalosa, sirena ciertamente.
--
Ignoras al licántropo y no temes
al hombre que perturba tu razón
con leyendas y mitos orquestados
por música febril de los que bailan
su sentimiento a solas.
Acaso me sabías desde siempre
en medio del desorden,
espíritu insaciable del amor
y bestia del instinto
que todo lo aniquila.
Tú proyectas el sol
más allá de mi sombra,
me haces lobo gris,
ardes en mis pupilas lo malvado.
Pero yo sólo soy espera de la luna,
el aullido de ti
en la voz implacable del silencio,
quien te sueña y no duerme
si eres mi voraz amanecida.
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Qué difícil resulta conjuntar
tu estío con la nieve
que nos cumple estación
con ciclos permanentes de verano
y frecuencia de luz
en perdidos andenes de memoria.
¡Que lluevas de noche!
es todo lo que pido
a los dioses que arden el deseo,
también la juventud
que a tus años apresa
en cárceles de nubes,
los dos la misma sed
y el hambre del diluvio.
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No supe predecir
la lluvia en tu secano.
Yo fui el espantapájaros que te hizo volar
en aires del temor
hacia lo posesivo de la noche,
sin árboles, ni fuentes, ni apenas el resguardo
de un cielo con estrellas
que fuese calentura de los sueños
en el inexistir.
Tú nutres mi sombría soledad
con las áureas semillas de algún sol,
el astro que robaste de nosotros
mientas yo imaginaba tu cuerpo en desnudez
y el sutil colorido
de tan bello plumaje.
Interrogo a la luz,
le pregunto si eran ilusiones
aquello que yo vi:
marionetas en alas del amor
y nubes solitarias
rindiendo con albicie tal entrega.
--
Te nombraré mujer,
tendrás por apellido bonhomía
y luces por herencia
de nuestra devoción.
A veces serás mágico apartado
en el que se prohíbe convivir
sin ser parte de un sueño
y otras la belleza que conduce
al destino de nada,
pero siempre seremos
juventud,
certidumbre en la espera,
deseo de volar
fantasías comunes y el amor
hacia lo imperdurable.
--
Hay un fino cristal que si nombras la sed
libremente a los náufragos reclama
bajo ardor y diluvio,
orilla tú de mí
y salvamento.
Quisiera ser un sorbo de tu feminidad,
chocar contra las nubes
relámpagos de sol
y luego sombras,
un brindis sin alzar
mi poso de tu vientre,
un derrame pacífico del agua
sabiéndonos deseo.
--
Extraña latitud la que me ofreces.
¿Cómo podré llegar
a tus presentimientos?
¿De qué modo fluir
mi noche por tus faldas,
recóndita la sed
en tus lejanos labios?
Acaso en lo estelar quiera el destino
nuestro cauce febril
y el ardor que despunta
las luces imposibles de algún atardecer
juntando nuestros cuerpos
en una inseparable compañía,
pero también podríamos buscar
un espacio común,
poseedores los dos de las equidistancias
que sueldan las mitades,
agua tú,
la sed yo,
mientras viento y arena
nos engullen
queriéndonos su mar y biología.
--
En esas coordenadas quisiera amanecer
la rosa de los vientos,
ser la navegación al horizonte
en busca de tu piel, también la flor de lis
que ajardine mi rumbo,
por si fueras coral
de hondo desapego
entre los arrecifes.
A veces te imagino la cresta de una ola
en los mares del sur, pacífica en el aire,
queriendo ser desmayo en archipiélagos
que nos sepan ausencia.
Acaso sea tu afán sobrevivir
con agua del desierto,
para que yo no muera, que nunca Robinson
encuentre tu mitad
bajo las fuentes secas,
...o tal vez era un sueño que tocaste
con los ojos abiertos,
sumergida en el mar,
sin nadie a quien sentir siendo caricia
en pétalos amados...
--
Antes de que Wilson fuera un mimo
con ganas de reír
ya éramos nosotros salvación
en las aguas que tiemblan
ardor en los vencidos
y el hermético azul de una promesa.
Imposible saber
que patria acogerá nuestras raíces,
nunca es fácil vivir
los amores sombríos
sabiendo nuestras bocas espejismo
y después la frescura del rumbo a contraluz
en un barco de vela.
Acaso quiera ser yo eternamente
el náufrago de ti,
oleaje sediento,
y luego el arenal,
nuestro desplome,
lo que siembra las dunas
y en el polvo nos crece cenicientos.
--
Marioneta seré,
teatro de los sueños si deseas,
también rayo de sol
y lluvia de agua dulce
y crepúsculo
y calma
y mar imprevisible
en tu interior.
Seré renacimiento
y el gen de lo innombrable,
un hálito de luz
respirando tu boca...
Pero déjame mientras que sea mi verdad,
que navegue utopías
con remos de un barquero.
--
¿Qué será del amor
y qué su eternidad
cuando yo me confiese lejanía,
lo abstracto del placer
y nada en el origen de su rezo?
¿Quién ha de cortejar
los sueños que seducen
al hombre y a la mujer
en las pieles que habitan?
Nunca supe escribir
poemas de exterminio,
tampoco lo profético del mal
ni hondas cicatrices de la guerra.
Acaso ser poeta signifique
todo lo que no sé:
Cómo hallar un espacio sin urdir
hilaturas de intriga,
o cómo no ser muerte
en la demolición
cuando todo es reproche...
mmb