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En la orilla del sueño, la luz de las estrellas
revela sus recuerdos
pulsando la materia que fue vida y no existe.
No existe ya mi sed en ti latente.
No existe ya la magia ni su dueña.
Al fin puedo decir que no te amo,
que todo el tiempo es falso.
No puede haber verdad en el vacío
y un sol en su destino.
Tu voz es sólo el eco de los astros,
un espectro de música, bajo piel
que se mece en el trasluz del silencio
y en los poros del cauce de mi sombra,
y en mi herida,
como una ofrenda antigua que fluye por la sangre
y naufraga en el alma que tú nunca supiste.
Manuel M. Barcia
En la hondura
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La sima donde no finge color el silencio, voces, ecos
de largas vocales escalan las paredes de la fragilidad
con uñas de felino, trepan los istmos de la...
Hace 1 hora
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