*La savia goteante de la lluvia
trajo el eco de tu voz,
para escuchar la vida, allá en el mismo fondo,
en donde se conjuntan la extensión y la noche,
en tus labios carentes de pecado,
al sur del cielo y en los límites de la condena.
Qué cantidad de dicha
en la nostalgia de tantos recuerdos
quemados lentamente entre tus muslos,
y regados con sudor,
trabajados a golpe de embestidas,
porque el pasado es sólo una pregunta,
cuya respuesta está encarcelada
tras el tiempo que amordaza al deseo,
... como lo sueño cada noche a ras de sábana,
en el desnudo tacto de tu piel, que es también,
la herencia de los rasgos verdaderos
que mis manos acariciaron como una flor...
¡tu cuerpo!
Porque mientras llenamos los huecos del reclamo,
no estás tú, ni la mujer,
en esta resaca sin más destino
que las gotas que siempre escucho caer,
esa lluvia sin principio ni final,
con cien mil voces que el mundo no oye
y que a solas te susurran... mi alma...
donde tú no tomas ser.
Manuel M. Barcia