Perviven todavía los cálidos recuerdos.
Costuras de nostalgia con piel de soledad,
que de tu sombra hiere, los días que exístias
orgullo de mi carne, tallada en desnudez
Memoria prisionera de la luz del ocaso.
Silencio entre lo ardiente del cuerpo que respira
los fulgores del viento que al verano se abraza
y quema las entrañas hasta el último aliento
El aire aún te sostiene, y por mi derramada,
como lluvia que busca un mundo de cristal
donde pisar descalza la desembocadura
del agua suspendida bajo nubes de sueño
Sin embargo, me duelen las brasas apagadas
que bajo mis zapatos aceptan las cenizas
holladas con el peso sembrado por la muerte
cuando sólo mi llama es humo de la hoguera
... y el espejo amanece, cicatrices de fuego.
Manuel M. Barcia
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