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Miro fotos antiguas,
imágenes de mí
con la vaga esperanza de encontrarme
farol de una sonrisa,
junto a la ingenuidad de algún reflejo
que siendo fiel
me quiera.
Sin embargo,
no puedo recordar,
no sé cuando empezó
el hartazgo, la amnesia, la dócil servidumbre
de rendir memoriales a fuerza de rigor,
creyéndome verdad
en causas sin motivo.
Por párvulo que sea en el ayer
seguiré siendo exilio
en un álbum de culpas,
incluso alguna noche, depresión,
porque amo la vida,
-sí, ya sé que resulta este vivir
harto contradictorio-
pero yo soy un tipo muy dado a divagar:
celebro cada día mi no ser inconstante,
endulzo la tristeza con dosis de alborozo
y después
inexisto,
apago los colores, me hago sepia.
mmb
2 comentarios:
Eso es padecer de una sutil bipolaridad interna que se hace patente a voluntad,sobre todo, entre volutas de recuerdos que a veces no queremos recordar, pero donde nos adentramos de lleno.
Algo masoquista también parece, ¿verdad?
Y es que te entiendo, porque me ocurre,si no lo mismo,algo muy similar.
Yo más que sepia, me quedo blanquecina, deslucida y tal.
Besos.
La inexistencia, ese grado superior del conocimiento. Cuando miro fotos antiguas, es él quien no me reconoce.
Abrazos, siempre
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