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Nunca digas jamás en fin de año.
Si quieres prometer solemnidades
hazte socio de un club que no admita políticos ni curas,
ni a ningún doctorado en artificios
con signos aparentes de una pronta explosión.
Corre la San Silvestre, sé del cuerpo ajetreo
y después, por razón de las promesas
sal de copas si puedes con todos los amigos,
o amigas, si tuvieras, que divierten también.
Pero nunca, repito, nunca, nunca,
se te ocurra elegir el treinta y uno
para estos menesteres,
es fecha de adorables fantasías,
y proyectos que tienen por afán
la gesta de un fracaso.
Mejor, las consabidas relaciones
del tiempo y la ilusión,
doce uvas contadas,
una carta a los Reyes, un futuro feliz
y eso que se dice todos los años nuevos:
Si huyes por cobarde, que te den,
serás dos mil catorce si tengo que escribir
los días de esperanza por rutina.
mmb
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