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No quedan criaturas en el bosque.
En las alas del viento
es posible advertir la caída silente de las hojas
asombrando bajíos
con filtros de espesura,
entre piedras que fueron escuchantes
de las voces de un coro cantadas por helechos
y ese acordeón en su latir
fingiéndose semilla.
Los árboles simulan un desfile
de alta soledad,
enfilando la orilla de los fósiles
con eterna quietud,
albergue cada cual en sus raíces
de un mundo separado,
esa equívoca luz que nos liberta
de noches con dolor
cuando el sueño es zozobra entre la nieve.
mmb
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