Algo brota de ti mientras la noche gira.
Pareces incendiar el tiempo oscuro
con soles que sigilan la pasión,
atardeciendo mares a espaldas de la luna.
Es cálido ese brillo que refulge
tan repentino ardor,
diríase que hemos de morir
a manos de la eterna juventud
que renace del fuego
la diafanidad de los amantes,
el pretexto fugaz
que nos orbita juntos,
ya instinto, sin materia.
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Chispeante de luz
el fuego en tu mirada,
selváticos los dos bajo tu vientre,
la lluvia en el cristal siendo del sol
goteo todavía,
mi puñal espiándote
conmigo en bisectriz,
división tu universo
en dos partes iguales,
efímero el paisaje de la calma.
Inservible el abrazo
cuando ya eres mujer
que del agua se nutre,
arrullo que me flota
a ras de una canción,
melodía y éxtasis y lágrima,
tan náufrago mi cuerpo
en clímax de sirena.
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Donde incendia la luz las desapariciones,
ahí, cuando la sed se postra ante la lluvia
-fervor de su caída-
apenas soy molécula en la sal,
un casto semidiós que te contempla.
Y es que, a veces, me canso de ser indestructible,
tan espíritu en ti, tan inmortal,
tan cómplice del yugo del silencio
mientras yaces ardida en el delirio
y sangramos la ausencia.
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Eres tú quien me habla
al sur del paroxismo,
en ti la resonancia
del temblor
y el eco interminable de las voces
que nunca saben ser la despedida
del hermético fin
en donde los amantes
pretenden hacer nido,
conjugar los orígenes del sol
con tiempos de la luna
y allí la desnudez
y toda tú
silencio y biología.
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Por las sendas de ti
seré guía que ocupa los vastos territorios
aún sin explorar,
el último episodio de la sed
y en tus ingles tsunami, también el mismo ardor
que nos haga la fuente del deseo.
Acaso sea preciso descubrir
la grieta del estío
para ser en tu cárcel libertad,
después esclavitud,
lluvia mansa en la piel
y allí la rendición
sin condiciones.
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Araño las compuertas de tu ser,
la cicatriz del aire que pacta entre los dos
la renuncia del fuego, lo nupcial
que nos supo esplendor comunicable
en el clímax de un beso.
Soy viento que te fuga,
corriente del amor
y el átomo de luz que amaneció
mil soles en tu vientre.
Soy Ulises sin patria
si tú eres Penélope
tejiéndome extranjero.
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La sien de tu naufragio
es tumba que pretendo, morir sobre su playa
con vaivenes de cálido oleaje,
sin más cavilación que un pensamiento
volándonos en pájaros que descienden al sur
el grito en los caídos.
Acaso seas tú la gaviota
con rumbo inexplicable al desamor,
esa contramarea en la mujer
que se ofrece a la luz en estaciones frías,
o el inútil renglón de un verso inacabado,
yacimiento de mí
en las aguas salobres de un poema.
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Es agudo el placer
cuando mi pensamiento te atraviesa
sin saberte disfraz, sin que puedas cubrir
tu cuerpo de virtud, queriéndome a tu lado
desnudez que penetra, mientras el tiempo inmóvil
de cera nos existe.
Es posible escuchar tu corazón
mientras todo se preña de silencio,
de insoportable fin si somos incapaces de beber
la lluvia que lo incendia,
la sed que allí nos arde
y su latir tan cierto.
Acaso no soy yo quien te acaricia,
es fuego lo que extiendes sobre mí,
quemaduras de amor pretendiendo quietudes en la sombra
de un hombre ya licuado.
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Envoltorio los dos en la palabra fuego,
vapor de lentitud,
ceniza en el sudario de la noche.
Es dulce tu sabor
en este abecedario que te nombra
luz de Venus y sangre del rocío
que profana mi piel,
es húmedo el jardín de tus helechos,
la esponja que los vive,
es fácil destejer nuestros ardores
su tú hilas costuras que me atrapan
en faldas de un candil,
mientras yo soy el riego en lo insaciable
que aleja los veranos,
la emigración al sur
para hablar otra lengua,
o acaso nuestro argot siendo avidez
a lomos del silencio.
mmb