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Deambulan sin destino
con la mirada baja
y yo medito allí
observando sus huellas,
y luego permanezco en silencio,
finjo que degusto el café
y muevo la cabeza hacia otro lado;
a través del cristal de la ventana
entran rayos de luz,
apenas vida en ellos,
como un espejo de melancolía
que hiriese
la paz de los que sueñan
la venida de un dios
aportando
en mí la inspiración
la esperanza de escribir un poema
sin ser en él suicidio,
lo que dicta el papel,
ancianos que se aman
surcando de tristeza las aceras.
Manuel M. Barcia
El nombre de las cosas
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Como en un filtro de voces nuevas tamiza el tiempo
la lluvia del ocaso, le da el vigor atemporal del aire
en la vaga sombra del recuerdo, vienen caballo...
Hace 4 horas
4 comentarios:
Cuanta ternura...un abrazo
Muy bueno...
Un abrazo
Ana
La ternura no tiene edad está en continuo nacimiento.
Un abrazo
Ancianos que se aman...Esas cuatro letras son un poema...hermoso!!
Saludos
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