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Descripción de lo que no puedo ver
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No puedo ver las letras
en la ciudad sin plomos.
Era azul, recuerdo, el palacio al reflejarse
sobre mi vaso de agua.
A mi derecha, eso creo,
muy cerca de mi mano,
una niña con anclas en las piernas
observa alrededor (contempla el círculo
de imágenes trazado, pienso, en torno)
-si estoy en lo cierto aún sigue mirando,
pues tal capacidad poseen aquellos
cuyas pupilas son amadas por la luz-
A aquella otra, en cambio, la supongo a varios metros,
protegida
de la oscuridad que me alcanza y se proyecta
por cuantos flexos se le ofrecen a brillar.
Y los papeles huelen a arrugado
las puertas a gin-tonic, mi asiento
a mí sentado.
Queda el sonido,
queda el silencio cuya envolvente lo arropa,
y varios, unos pocos, puntos mínimos
de sosegada penumbra
en la que parpadean los ojos de los lobos.
O ya no estás, acaso, o sí, da igual
si eres sombra entre sombras,
labios de mimo,
negrura abancalada
sobre una hilera de tejos.
Ellos se escuchan, ellos se huelen, ellos,
no me preguntes como,
ellos sí, sí pueden verse.
Ramón Ataz
A tu lenguaje sereno, a tu huella de esplendor, al poeta, al amigo, a lo fiel de tus sueños que temprano abandonas, a lo inmortal de ti en mi memoria.
Descansa en paz, querido amigo.
mmb