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Excavo atardeceres sin memoria,
como si fuera gris
la edad que acarició los esplendores
al sentirse perdida la niñez,
sonámbulo el destello de su sombra.
No es noche, sin embargo, lo que busco.
Ya fui una vez sigilo, misterio en soledad
donde tiemblan los sueños
lo abrupto del no ser,
la raíz de los solos brotando de la nieve
los afluentes turbios
y la escarcha.
Más allá del silencio
los hijos del amor señalan el lugar, borran de los vestigios a mi nombre,
su gen del existir,
y asomados al aire
inquieren al vacío mi derrota,
mas yo me desencarno en las maldades,
las quejas de mi alma, lo efímero del tiempo en su matriz
han cruzado ya el túnel,
viajan lo impasible hacia la luz,
porque morir de ausencia no es de muertos,
se mueren los adioses que nos matan
y el grito de traición que los abisma
bajo helechos y fango.
mmb
6 comentarios:
Aquello que perdimos no está muerto, reside en la resina de la memoria.
Un saludo
Uno se acostumbra a la traición, Manu, que tiene tantísimos rostros y siempre termina por asomar la patita debajo de la puerta de la emocionalidad.
Aprende a convivir con ella y a desecharla porque siempre hay un lugar donde posar la mirada de la lealtad.
Precioso, compañero.
Namasté.
como has conseguido que me caiga una LAGRIMA DE LO MAS ADENTRO,ERES
puro sentimiento pero creo que a estas alturas sufrir ya no tiene mucho sentido,un gran BESO.....
Ausencia y corazón son a veces bien común, María José, cuando late la infancia la memoria entre lo que vivimos y sentimos.
Gracias por tu poética aquí, tan humanizada.
Un abrazo.
Siempre sabia tú, Mor, y tejedora habiente de emoción entre los sueños...
Gracias por tu amigable compañía.
Beso.
Agradezco tu sensibilidad tan hacia dentro, anónimo.
Un saludo.
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