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Parecías de casta veneciana
a mis ojos de duende adolescente
atraídos por lo altivo y hermoso
de la facinación de tu escritura.
Tan absorto en tu heráldico misterio
que desvela los signos más ocultos,
tomó forma el espíritu salvaje
que habita en los canales y no duerme.
Y contemplando el silencio pregunto
si la vida se inicia
cuando comienza el vértigo del sueño.
Soñar, al fin y al cabo,
es sólo la custodia solitaria
donde calla el silencio irrepetible.
Soñando, cuando leo tu poesía,
se reúnen las sílabas
adorando palabras que se mudan de lugar,
y entonces me pregunto
si todos los vocablos infinitos
resumen tu belleza.
Manuel M. Barcia
humo
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tengo una arista rota y cuatro acentos alfa
que tachan todas las mayúsculas
avanzo muda entre celestes grillos
sobre crujientes muros ocre
mientras mis glób...
Hace 1 hora
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