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Un derrame en la sien
apenas acunando la memoria
y tú desvanecida, desprolija la luz,
la sombra del amor que se suicida.
Aún quedan sin embargo melodías sin fin,
la cadencia fugaz del acorde de ti a la deriva
y aquel último grito acompasado
por el vaivén inútil del delirio con ecos de mujer.
Y entre la comisura de tus labios
un sabor infecundo
que muerde un incendio de ceniza
en la fosa del mar;
mientras la soledad
desvanece horizontes de pájaros y caudas
y el viento aletea
tus pasos de ballet a contratiempo.
Manuel M. Barcia
Cómo cambian los tiempos
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Recuerdo aquel domingo de fútbol
en que nos tocó la quiniela.
Doce aciertos de catorce.
En total tres mil pesetas cada uno
-para dos chavales de ...
Hace 1 hora
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