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Mirada en celo,
luz del exterior
buscando la memoria que nos vive,
un duende burlador desde el olvido
atraviesa la mente
y el corazón despierta los créditos del sueño.
¿Cómo cicatrizar
esta arteria de llanto?
Tan sólo hay un coágulo en mis sienes
latiendo casi a ciegas
la inútil laxitud del desencanto
perdido
irremediable,
y la sangre se obstina, flujo de aquel vértigo
que gestó nuestra estirpe con ingrávidos vuelos.
Ya no soy atributo de tan fatuo linaje
¿de qué fulgor depende la estéril levedad
que te vierte del fuego?
¿qué tránsito seremos en su frío latente?
Laberintos de sol te restituyen,
la noche se degrada, sus párpados se cierran,
y eres un fragmento de ilusión,
recuerdo apenas,
un temblor aquietado en mi existencia.
Manuel M. Barcia
La tormenta
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Con el estrépito de mil carros celestes
que surcan el confín del océano como atletas invencibles
recorriendo la luz de un profundo bosque en llamas
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Hace 44 minutos
2 comentarios:
Precioso, Manuel.
Un beso de meiga
Ana
Siempre es un placer tu presencia, meiga. Gracias por venir.
Un beso
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