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La cruenta conversión del agua en fuego,
la médula y la sed,
la dulce mansedumbre que posterga.
Dos lenguas tan ansiosas de lamer lo insaciable,
la voz de los suicidas que se ahogan,
un grito impronunciable en la garganta.
No es fácil silenciar los gemidos sin dueño,
el instinto voraz de ti sobre mi piel
insaciable, vital,
tan proclive al amor,
solsticio en la inmersión de tu verano.
No es fácil discernir tu muerte y la ternura.
Manuel M. Barcia.
Como mito intacto en el relato.
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No hay sonido
que pulse con tu esencia,
el blanco anhelo
de lo absoluto.
Un rocío de sombras
penetró el lenguaje,
el signo tallado
con la curva ...
Hace 15 horas
2 comentarios:
Qué bien escribes, Manuel.
Te dejo un beso de meiga
Ana
Es un elogio inmenso viniendo de una musa como tú...
Gracias por tu cálida palabra, meiga.
Un beso
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