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Eran ojos vigías en medio de la nada.
Una mirada perdida y su sombra
de luces incoloras según quien las contemple,
proyecta una figura más honda que su cuerpo,
con los brazos abiertos,
lastrada en su quietud,
respirando distancia.
De su raíz eterna,
en las que fueron míticas quimeras,
imagina otro mundo
tras la paja exilado.
Y supo que la muerte se alejaba
cuando vuelve la luz de su destierro.
Que bajo lo más alto
el aire es como lava en el silencio
fundiendo los secretos.
Que se puede enmudecer al deseo
con noches apacibles de sombras diminutas,
como ardor que se agita
incendiando la niebla.
Y halló tras el misterio un himno nuevo:
La libertad es sólo un sueño frágil
que se abraza a la vida
cuando despierta envuelta en sus andrajos.
Manuel M. Barcia
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Hace 9 horas
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