*
Dos alas invisibles
se abren al misterio
del éter que me nombra.
La carga de lo eterno
me sostiene. Levanta
mi alma. En su puro
sosiego,
sólo sombras del aire
que disuelven las dudas
en el vientre del tiempo
asomado al vacío.
Un ángel del silencio
acalla la penumbra
en la noche encendida.
Siento como un impulso
abandona mi cuerpo
sin huellas ni ataduras.
Nadie vuela más alto.
Ya nada es conjetura.
Cuando el mundo se extiende cielo arriba
todo es volátil y luz;
Soy pájaro endiosado,
astral,
aura de mi sombra.
Manuel M. Barcia
La sobriedad intelectual
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Hace 9 horas
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