No es lobo quien aúlla
con orgullo de hiena
los bramidos del miedo,
que ríen con la brújula orientada
al sur de los temores
La voz de la conciencia es inefable,
no cabe la dialéctica del mal
ni el grito del oprobio en su interior
Sin embargo,
en el anonimato de la bestia
apenas se proclama el silencio
Sólo el olor a sangre
legado en la memoria de los muertos
es huella de su rastro en la palabra,
cuando el hijo de perra,
remueve de los días mi pasado
y muerde con colmillos de alimaña
el alma de una tumba sin cuerpo que estrechar
Y quedan esas sombras que se alargan
en busca de una madre que no existe
por único testigo del dolor
No es lobo quien aúlla frustaciones
en las cosas sentidas
con ira de un estúpido iletrado
Es fiel de una balanza
sin pesos ni medidas,
la lengua de un amante
que baba gravedades
escupiendo la sed de sus delirios
Un cordero mutante con alas de rapiña,
un balido de sal,
el graznido de un pájaro en la niebla,
la sombra que oscurece corazones,
un eclipse de sí,
... solamente un idiota.
Manuel M. Barcia
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