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Me aclimato al estío sin querer,
aunque no sobreviva, ni sepa en realidad
cuantas veces palpitan los veranos
latidos de mi agónica existencia.
No resumo almanaques, ni las horas
que transitan por mí
fechas desconocidas,
tampoco a los sueños, ni al amor,
yo hablo de la luz que desvanece
este ardor tan febril
antes de ser la noche que demanda
crepúsculos que cieguen los destellos del sol
al dormirse mi vida.
Yo hablo de mi piel contra el calor,
-no hay tregua en esa lucha-
tan sólo un termómetro en la cima
que me obliga a no ser;
acaso sea mi sombra el refugio
de tan ansiada umbría
mientras la calentura me persigue
(y a mi perro también).
Manuel M. Barcia