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Como si Ali Babá se adentrara en la cueva
para jugar al tute,
sin caballo ni rey, ni los oros, ¿para qué?
si eras tú quien cantaba las cuarenta.
Y como por encanto
la mar llenó de azul las catacumbas,
y con vientos alisios
su rostro figuró la adolescencia,
la hermosura de ayer
mostrando lo intangible del pasado.
Y como de las páginas de un cuento
apareció ese fin
-a pesar de la costumbre, siempre inesperado-
que siembra de ilusión la realidad
con un beso
y apenas una tierna despedida.
(Seguía siendo yo ante el espejo)
Manuel M. Barcia
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