Inquietudes de sol

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Intermitentemente,
te incendias del amor
para luego morir.

¿Y cómo conjugar
el tiempo de pasión
sin tu lamento?

Un péndulo de luz nos equilibra,
la ingravidez de ti
soñando apenas,

y por los ojivales de la noche
flamígero esplendor:

inquietudes de sol contra cenizas.


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La caligrafía de la sombra

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Serpentea la noche
para mudar su piel
junto a la incomprensión
que se acuesta en lo núbil del ocaso.

Alguien escribe luna,
suplantando la luz
de un verso en el poema,
y de sus reflexiones
lo ilusorio en la nieve,

-el frío transformado en soledad
me pregunta quién soy-

cual es el devenir de los reptiles
en huellas que han dejado al caminar
corazones en fuga,

y fósiles de mí,
y la caligafía de la sombra
simulando colores,

como un pintor en trance.



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Llorómetro

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Ah, los ojos con lágrimas suicidas,
tan cerca la visión de lo impasible
y lo perturbador y lo sensible,
que siembra la inquietud en las heridas.

Ah, los hombres del tiempo en las huidas:
llantina por dolor aborrecible
en la larga estación de lo afligible
que confunde las rutas homicidas.

No caben los diluvios en las penas,
ni el susurro del eco en uno mismo,
ni la escucha del ser en el cinismo.

Las culpas movilizan las arenas
arrastrando el ardor del egoísmo
hasta las soledades más ajenas.


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Danzad, malditos

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Me ocupa el pensamiento
la tribu del Nirvana.

Afuera, los intrusos persisten en hacerme compañía
bailando un ritual al cerco de mi calma,
y los más aguerridos
arrastran en la búsqueda salvaje
la imagen de un gurú,
fervor ensortijado de cadenas.

Danzad, danzad malditos,
nadie puede albergar a un eremita,
ni siquiera invadir sus emociones,
la duda, el desencanto, la pasión,
caminan a través de los senderos
que despojan la luz de ancianos despertares,

sin disturbios allí,
tan sólo la certeza de la nada.



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No aprenderé jamás...

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No aprenderé jamás...

* A pensarme bohemio y después suscribirlo

* a rodear mi cuello con corbata

   sin morirme de asfixia

* a pagar los servicios del amor

   con cambio de mujer

   ni a discernir umbrales de luz roja

* a comprender mis dudas, a encontrarles respuesta

   sin que sean de mí

   otra cuenta pendiente

* a mentir cuando escribo los poemas,

   aunque mis versos mientan.

No aprenderé jamás a ser furtivo,

ni un tipo con palabras honorables

sin nada que decir,

cual pájaro al viento

que deletrea el éter

y silencia.

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Tras los espejos

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El cielo se desploma
sobre mí,
las estrellas me duelen
tras los espejos muertos.

La sombra de lo eterno se refugia
en la imagen de un dios,
donde palpita el aire
imposturas de ayer junto al olvido.

Le juro, sin promesas,
incumplir
todas mis devociones,

tan sólo un telescopio por razón
y la noche
confinada en los versos.



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La patria insalvable

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Siempre quiso tu vida saberte ingobernable
-con vocación de luz sembrada en la utopía-
buscándote de frente, por si hubiese algún día
turbado por dolor entre lo deseable.

Corazón de mujer por arma incontestable
enarbolaste tú la gran melancolía
y lo enjuto del ser por toda compañía,
igual que la bandera de una patria insalvable.

El viento de la noche gira sus remolinos,
desordena los pasos que ahondan los caminos
con las huellas del sur tan sólo por herencia.

Eres símbolo ahora, raíz entre los pinos
que señalan las rutas de antiguos peregrinos
a templos del placer, o acaso coincidencia.



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El estigma del silencio

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¡No me olvido de ti!

Parecían mostrarme tus palabras
el tiempo en desnudez,
como un deseo ardiente
que respira,
altísimo fulgor
en medio de la noche,

alzada tu memoria
contra mí

y el centro de la luz en tus visiones,
tu amor,
la diosa blanca,
innata sanación de brujería.

Quizá te respondí
con verdades del sueño,
o acaso fue lirismo que amanece
vida en esclavitud,

inútil la disputa con las sombras,
cómo azota mi piel
y luego estigmatiza
con silencio.



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Meiga

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Mientras vuela el silencio
los pájaros de luz
la sombra de lo amado
lo que desaparece,

te contemplo callada
y sin memoria,

laberintos de lluvia derramados,
compulsiva la sed
que tiembla mansedumbre
y el hechizo de ti,

perdurable la magia,
los sueños excavando lo que fue
ardor en mis pupilas.



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Creación

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Había una canción sin componer
junto al dios del olvido.

También una plegaria
por todos los creyentes que ignoraron
las promesas de nadie.

Morir no significa
cubrirse de reposo
y limpiar con perdones
los ecos iracundos del ayer
que asombran con las notas de un relato
lo incierto de la historia.

Porque la creación
no es cosa de afligidos musicales,
es el tiempo de amar
sensiblemente,

renacer la existencia
sin decirlo,
despropósito
casi.



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En tu no ser

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Yo ya no siento nada,
no laten mis muñecas
y está ciega mi hambre de existir.

Mariví González






Quiérolas,
tus manos en mudez,
el latido quebrado de la noche
que finge madreselva al despertar
tu ardor en desencuentro,
los tumultos de luz,
las gotas de rocío en tu almohada,
el vértigo, también un arrebato
velando tu memoria bajo abismos de piel,
desnuda sin remedio.

Soy mirada que surca transparencias,
lo invisible de ti,
la fiebre del no ser,
el pulso del amor enardecido
cuando azota la calma
el frío entre tus piernas,

la sombra de mi aliento.


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Febrero

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Si descubres en ti la vanidad
y la realización del propio ser
en torno a tu cultivo,
quizá te creas tiempo de los dioses...

En tu alto existir
no hay ningún juicio de valor
que tenga fundamento equivocado,
tan sólo el soy, y basta.

O acaso tú pretendas conocer
el quejumbroso frío de la luz
allende los espejos,

laberintos sin nadie
y las sombras.



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Por toda seducción

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Nunca sé interpretar
tu alma de soldado,
ni como sucumbir a los puñales
que te hieren de ausencia.

Si digo que te quiero,
me matas por quererte,

-sutil asesinato de mujer-

por toda seducción
cadáveres sin tumba
y poetas.

Yo sólo soy un hombre.

El instinto me dicta que amor ha de yacer
enterrando raíces de otro cuerpo
cuando la inexistencia nos agote

y ese andar a ciegas
contigo iluminando los rincones,
salvajemente luz

si no amara tu sombra.



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Ex cathedra

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Insensible al dolor
ex cathedra me finjo
y oratorio de nadie,

ensayo sinrazones
de impostura,

vacíos de mi vida
sucedáneos en ciernes
y tragedias.

Irresoluto al fin,
enhebro morbideces en momentos
para decir adiós
sin máscara ni ornato,

como un muerto cualquiera.


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Vaho

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Casi había olvidado la imagen verdadera
de la noche sin rostro,
ese gris medieval
que nada expresa,
salvo la infinitud del hallazgo solaz,
alguna vez refugio
de mi sombra en tu vientre.

Acaso no es posible poetizar
el olor de la rosas,
me basta con mentir ante el espejo
los ecos del adiós

y descerrar la luz
que te muestra evidente
empañando cristales de clausura,
sin tu respiro
casi.



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Escaque - o

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Había en el tablero de ajedrez
una pieza inconforme,
aspecto encantador
y ese porte irreal
de los que desmedidos
pretenden albergar sus fantasías
en trampas de cartón,
saltando por los ángulos oscuros
tan soberanamente.

En los flancos del rey
las torres dispusieron sus murallas
de azul impenetrable,

las reglas de gobierno
disipan la nobleza sin razón,
los ducados sin sombra
tentados por la luz de amaneceres,

lo ignoto en el solar de sus dominios.



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Adviento de oscurana

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Para vencer la escarcha
me bastarías tú
guardándome las puertas del invierno,

y la magia también,

su fulgor, y el prodigio en los cristales
mientras hurgas del sol
adviento de oscurana

y nos existes.




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Phenom A na

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En las profundidades de la sien
lo inaudito te aúlla,
la inspiración que acude, la escucha y el desencuentro.

Metáforas de ti que sueñan en el aire
la huida del temor,
pertinaz y rebelde
como la impenitencia que te habita,
espejo de otra imagen,
conversando secretos
que son sabiduría de los pájaros
después de haber soñado.

Versas la irrealidad
restando fundamento a lo que hiere
las raíces profundas del no ser,
como un haz luminoso que fulge de tus manos
perdones y maldades
cuando sólo miserias oscurecen
las huellas del poema.

Se equivocó la luz
acerca de tus pasos terrenales,
no existe sinrazón
que fascine a las diosas,

solamente el orgullo de saberse mujer
cuando gritan las sombras.



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Arder en lo increado

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¿Por qué no arder la fragua
irisando la noche
con soplos de caricias,
sin quebrar lo pueril de la vigilia?

Sueño
circunferencias
y me rozas,

origino la luz
y deslumbrante
asomas
la mujer.

Te labro un corazón
y luego existes,

aunque sólo eres numen
tan adentro,
plena ya de sol,
vientre de la esfera.



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Las luces de un suspiro

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Qué vil es la conciencia cuando evita
la silente amargura de vivir,
qué venturosa voz en tu existir
el tiempo en soledad que nos marchita.

Qué viento de quietud es el que agita
el difícil dilema de morir,
qué fuerzas oponer, sin resistir
al ardor de la noche que me excita,

y cómo amortajar en esta muerte
presagios que me llevan a otra suerte
sin ser yo del oráculo el retiro,

o cómo no pensarte desdichada
al sentir en mi espejo tu mirada
contemplando las luces de un suspiro.



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Joker

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A veces me confieso jugador.

Descarto lo real de la baraja
con arpía intención de fingir ilusiones
cuando amaño las reglas
que rigen el azar.

Y elijo ser tramposo,
mi cinismo reparte neurosis y extravíos
-excepto cuando triunfan corazones-
ahí solo me pongo la coraza
y los guantes de piel,

acaso por costumbre de perder
la esperanza del tacto
en las débiles muestras del olvido,

anónimo sentir
de ganancias sin útil recompensa.



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