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Venía mansamente
y aceptaba;
mías eran sus noches
y la luz penetrante
que tupe las pupilas del silencio,
y la imprudencia atroz
de caer en sus ojos sin nada que ocultar.
Mi alma era guardián de lo que cesa,
un instante fugaz,
desnudo de invidentes
y el exilio.
Manuel M. Barcia
Un corazón con inquilino
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Un día llegó sin avisar
como un huésped
imprevisto.
La verdad es que resultó
un buen compañero de viaje,
alegre y cariñoso,
con el fui casi f...
Hace 11 horas
5 comentarios:
Exquisito.
Concha dixit.
Eso es mucho más que sabroso...
Gracias por tu inmenso paladar, Concha.
Un beso
Sus ojos te atraparon,como atrapan tus palabras; y de fugaz no hay nada aquí...
Gracias por venir, Resp.
Un abrazo
Estou encantada com teu belissimo trabalho! Parabens!
Estou te seguindo...adoerei sua visita.
beijos
vera portella
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