Anduve por etéreos caminos
con alma migratoria hacia el deseo
De ti fui peregrino,
designio del oráculo y enigma,
la tésis del misterio que acompaña
la gota de la lluvia inagotable
Volé tu ingravidez como los astros,
corrí para que fuéramos las horas
paradas en el tiempo,
marcado por abrazos y ternura
El brillo de la noche reflejaba
el perfil de tu cuerpo en su materia,
como imágenes de luz
detrás de transparencias invisibles
La voz de las estrellas me guiaba.
En el cielo de Venus
eras sombra en espera,
y caudal de las lágrimas furtivas
dispuestas al abismo hasta los besos
Después de aquel encuentro
el sol renace triste cada día,
con un halo de sur en la memoria,
temblando todavía nuestros sueños.
Manuel M. Barcia
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