Repartidos en tu anatomía
dos seres aguardaban su destino,
en partes desiguales,
por si uno cayese de la hoguera
Apresado en nosotros,
el fuego crepitaba en su caída,
seguro de fundir nuestras defensas
a cambio de la sed de amanecernos
Un puente de fluidos sin fronteras
nos une con eróticas pendientes
que ascienden implacables la cima de tu vientre
Por la senda desnuda de tu carne
recorro laberintos cegados por destellos,
o quizás eran sombras
brotando de la luz casi abrasada
El éxtasis nos da la bienvenida.
Ufano, muy gentil, sin aspavientos.
Estaba complacido en su soberbia.
Le dimos de regalo nuestros cuerpos.
Manuel M. Barcia
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