En tu etnia salvaje,
allí donde las tribus inmortales
fundaran las raíces de la historia,
e hicieran del deseo y las costumbres
una práctica común,
antes de que los dioses decidieran
su propio ecosistema
imprimiendo la fe con religiones,
tú eras geografía sin fronteras,
la fauna y la flora y el microclima
y las mil generaciones de tu piel,
el vínculo soñado por los hombres
como augurio de los gozos por venir.
Milenios te recuerdan,
un poco inmaterial en la mirada,
erguida como pétrea escultura,
ya diosa o pedestal según destino,
al igual que Afrodita cuando sueña.
Manuel M. Barcia
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