Las olas que navegan los furores
se muestran impasibles
ante el ojo vigía
del cíclope asentado en las alturas
que señala la noche sin estrellas
reflejando la luz de su mirada
en busca de horizontes más lejanos
que alerten a los nautas del suicidio
cuando la piedra y el agua se orillan
Los párpados del faro
restallan todavía las heridas
de las luces que fueron los látigos de nadie
al sur de los acantilados fríos
que ahogaron el regreso con tributo de sed
en las calamidades del naufragio
Y las rosas coronan
el triste aniversario en que morían
los sueños de los hombres de la mar,
meciéndose de luto sin el llanto
de tordas gaviotas que pescan flores blancas
Aunque sea incunable
la vida que suplanta esta marea
en la patria ensangrentada de azul
por la sombra de los acantilados.
Manuel M. Barcia
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