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No es críptico el mensaje
en esta narración.
Yo visto el uniforme de versar
los adverbios de ti,
el éxtasis fantástico
y el asombro.
En mi pecho desfilan
las sombras de tu efigie
y todos los instantes de absoluto
en que fuimos placer
y el mar de los sargazos, ni siquiera,
acaso la memoria de un tsunami
y la complicidad
de una lengua de fuego entre nosotros,
y allí, tan solo el éter,
el instinto viril
de sangrar el esperma que no es mío,
mi oda a la mujer
desnuda entre las musas del Parnaso,
simbolismo de amor
que tantas melodías
rindieron vasallaje a nuestro canto.
Manuel M. Barcia
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