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Leí con emoción esas palabras
que luego te robé,
para sentir la música de fondo
que hay bajo lo inútil de la guerra,
territorio comanche que no incita
los tiempos de agresión,
acaso los efectos visuales
que evitan la conciencia de no ser,
cadavérica sombra entre los ojos,
tan adentro de mí
todo su germinario.
Yo bebo ese dolor a cuentagotas,
sin que sea veneno,
maldiciéndome, a veces,
por oír los mil ecos que restallan
de forma tan brutal,
sin ser yo melodía que los cante
con penuria del alma.
Existo en los desórdenes de mí
las páginas que cierro
y arden en la noche,
mientras tú conversando
luciérnagas con luz de barricada.
Manuel M. Barcia
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