La izquierda de la luz

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Hilaturas de sol enhebran el ropaje del ocaso
con agujas de sombra y cicatrices.

Oriente mira el tiempo de los saurios,
desmenuza la luz
haciéndola desgarro de la edad
en donde los cristales eran paño interior
que despunta las hebras del encaje,
el prisma que acontece mediodías
de innombrado confín,
auroras en vaivén y madreselvas
meciéndose en los brazos del destierro.

No hay hacia su izquierda
indicios de horizonte,
tan sólo creación,

el paisaje de un dios adormecido
que pretende tejer
equilibrios de eterna juventud,

transparencias de calma, cercanías.




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Adentro de la piedra

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Parecías la luz de un diamante perfecto,
diáfana también,
como si tu interior mostrara en lo invisible
orígenes del núcleo de las sombras
queriendo ser pulsión
de la hermosura.

Mas no existe energía
capaz de desunir
lo inseparable,

tu alma era de piedra.




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Corretaje de fortuna

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Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor.

Gabo (Gabriel García Márquez)





¿Cómo se cuenta un cuento?, pensó él,
y luego mansamente fue escritura
y bendita manía de contar
sucesos de la vida en narraciones.

Acaso su vivir era gran cosa,
cabía en su elección cualquier instante,
incluso soledad hasta cien años
y poemas de amor para lo eterno.

Ahora echarle de menos no es perder,
tan sólo plusvalía en lo que da
el tiempo detenido si envejece.

La vida es como es, lo que se filtra
a través del reloj, a veces polvo,
mas al fin, corretaje de fortuna.



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"y"

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Sólo pernocta un "y" en lo que busco...

Copula en conjunción con semejantes
el abrazo y la entrega,
en mí la desnudez
de algún sueño prestado.



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Testigos de lo errante

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Ha rendido la noche
girógavos de luz bajo tu pecho.

Aún queda la canción
que difumina
los ecos de la sombra,
el delirio de nuestra extremidad
a punto de extinguirse.

Se abre mi memoria junto a ti,
en su hondura hay un pozo,
partículas de sol que te derraman,

la música sensible
que fue vals
en rítmicos vaivenes de tu osario.



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Sin más

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Sucede al terminar la biografía,
un tiempo sin después,
el escaso valor de lo vivido,

luego la vanidad implorando secretos,
apéndice que late la amargura
de un parvo corazón,

la atmósfera sin luz de un escenario
cegado por palabras
con inhóspito fin,

epitafio  sin más
del subconsciente.




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Juntos

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Juntos
frente a la vida,
urdiendo casi a medias un lugar
para ser albedrío,

un instante de magia, la ilusión
de sentir rituales que no caben
en otra realidad,

un presente feliz que resucite
el alma de los dos
con pétalos de eterna juventud,

en ti la flor extensa
y lo salvaje en mí,
ambos en compañía hacia un norte
que sueña lo expansivo...



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Diurno

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Desvío la mirada de la noche
hasta quedar diurno.

El ámbar de un semáforo destella precaución,
ilumina el desorden de mi lesa quietud
con guiño intermitente,
como si fuera yo su línea de salida,
un lento amanecer que conduce a los sueños
hacia ningún lugar.

Acaso entre sus círculos encuentre las señales,
una verdad insomne que recuerde el sendero
de los pasos que di,
esa ruta de bares, de música y de ron
que a solas me acompaña,

también una mujer, sentada junto a mí,
desconozco su nombre, no sé si preguntarle
donde cruzan las horas el tiempo de lo amado,
si sabe descifrar las interrogaciones.



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Los héroes caídos

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Es sangre, no granizo, lo que azota mis sienes.

Miguel Hernández





No te lo digo a ti,
al censor tan cobarde que se oculta
tras la piel de mis letras,
enturbiando la luz
con sienes de destierro, sin excusa,
así, tan de repente.

Se lo transmito a quienes hay en mí,
a quienes encumbraron los secretos
haciendo de la sombra confesión,
oraciones al aire, los ecos de un rumor
que antes fue delirio,
suceso de una muerte antepasada.

Ellos son los cadáveres
que desprecian el tiempo
del inútil pasar,
de las siembras de hiel
en la desolación de lo ignorado.

No soy punto en finales
cuando intentas que mueran mis palabras
en el inexistir,

yo recito la edad de poetas sin nombre,
su espíritu, tan cerca,
tan lejano de ti,

tan linde de los héroes caídos.




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Certeza

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No hay embustes de amor en  mi certeza,
tampoco una brújula que oriente
mi norte hacia tu sur.
Hay frescura, violines, hay abril.

En esta sinfonía de cristales
tú eres viento al relente de mi brisa,
la mirada de un faro melancólico
junto al mar de las noches muy calmadas.

Mentiría si no quisiera en ti
la planicie del agua, la llovizna
de algún atardecer bajo nublados.

Deseo navegar sobre tu piel,
convertir el bajío en marejada,
hundirme en tu interior, como un tsunami.




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A mis expensas

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No quieras en mi fuego el Más allá,
ni ese Fénix que muere sin morir
melodiando canciones bajo el sol.

No pretendas que vuele los sitios del Edén
armado de alas rojas,
ni siquiera un frescor de manantiales
que florezca  tu sed, y en el jardín
ese arbusto de rosas, esa espada de luz
ardida por los ángeles.

No ambiciones que sea
el mito del amor
reproduciendo
cenizas en los pájaros,

ni la inmortalidad
que renace tu vida a mis expensas...

Aún así,
te amo.




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Entre los árboles

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Resuena en tu interior el cántico del bosque,
melodías sin fin que parecen soñar
los párpados gentiles
que amansan la razón,

el prodigio de oír los pasos de los duendes
casi a orillas del alba,
los atajos volátiles que surcan la quietud
a ras del infinito.

Escuchas lo invisible y ves a un dios
con el alma desnuda.

La noche perdurable
purifica lo oscuro de la edad sin palabras,
no hay cómplices del verbo, sólo tú,
con ardor juvenil

y el delirio de ser la raíz de una flor
que fulge madreselvas

y el opio de la luz al despertar
lo que hiere la umbría,
el calor junto al frío

y la resurrección
de tu cuerpo en mujer

y esa miel en tus labios...



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Legado

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Lego al mundo palabras de un proscrito
cansado de enunciar lo inconfesable,
dispuesto sin razón a ser viable
en un atardecer nunca descrito.

No hay nada en esta herencia subrayable,
tan sólo algún indócil manuscrito
que pretende ocupar entre lo escrito
voces de exaltación reivindicable.

Pero yo las silencio con borrones,
transformo su existir en nubarrones
que llueven sencillez sobre su tumba.

Es posible que un día resuciten,
que extrañen mis secretos y reciten
el eco de este adiós sin que me incumba.




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La memoria de un beso

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Revestida de luz,
tibiamente color de un fotograma
ante la soledad,
corteza de lo antiguo
en la duna del vientre,

el temblor
el jazmín
el ámbar en los párpados

la memoria de un beso.



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Me llamo hombre

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Hoy te hablo de mí, del no poeta,
del hombre que me ocupa cada día
logrando que yo sea esclavitud

y a veces un dilema en el oficio
de vivir
arduamente
la falsa vocación
de ser humano.

Hoy me quiero mostrar sin antifaz,
narrativa de un solo
que finge madrugadas deseables
en brazos de un temblor,
la luz de una mirada,
tal vez una mujer
ardiéndome sin ciega irrealidad,

simplemente mi orilla,

pulmón en que respiro
la fragua que estremece mi pasión,
la inquietud de escribir,

acaso una leyenda
con fin imaginado...



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Fluidos

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Con sonrisa de tul
hablabas de sucesos ocurridos
al principio de nada.

Eras la evocación de lo que nace
volátil en niñez,
para siempre cautiva del azar
que inicia lo que somos
jugando a ser querencia
del reclamo que arde la mecha de las sombras.

Había en tu mirada un destello
del antiguo fulgor
que hace al big-bang interminable,

una vasta región
inmersa en el latido de la noche,
donde apenas soy luz,

y tú astro sin rumbo,

abierta nuestra sed a las raíces
de la savia del cosmos,
la lluvia, los fluidos.



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Página en blanco

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Afortunadamente
el lápiz sigue ahí.

Él me acepta sin más,
no desconfía,
agradece la suma de los dos
en el mismo papel,
aunque sea extensión de mi página en blanco
lo que protagoniza su sentir
en reglones sin senda.

A veces, nos miramos sin hablar,
entre piel y madera
fingimos ser el tacto curativo
del alma en soledad,

luego y siempre a medias,
musicamos un verso
con notas de la nada,

nunca hay noches al sur
de nuestro acabamiento.



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La sombra del exilio

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Acaso pueda oír en los gregales
la inútil resonancia de la sombra,

o el alias de un misterio,
apócrifo de mí,
fingidamente autor
de un desenlace...

un fósil sin lugar,
un instante borrado,
una revelación
que nadie firma,

o acaso sea escucha de un quebranto...



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