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Cuando duermen los días entre sombras
y se inunda de luz el horizonte,
nuestra edad es reflejo de las horas benignas
que aún respiran destellos de memoria.
Y casi no soporto de tan lejos las voces
que fueron antes tiempo de palabras.
Y todo se convierte en pensamiento.
Y cargan las ideas el peso del recuerdo
acaso en la patria de los sueños.
Y somos seres frágiles que huyen,
trasnochando la vida,
incapaces a veces de escuchar el silencio.
En él caben vacíos, preguntas sin respuesta,
y esa lucidez de las tinieblas
con idas y venidas de tristeza.
Cánticos de nostalgia
demandan su sonido
más allá de los tímpanos del viento;
una fórmula sana
de labrar la conciencia
con semillas de dicha
que ahora germina en mí;
me pregunto si crezco en su consuelo.
Manuel M. Barcia
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Hace 13 horas
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