...
Como un diluvio yerto en la quietud,
vapor y piel. Como lágrima insomne,
fluye la sal. Y la imagen de ti
disuelta en la mujer. Espejo en la memoria
que brota por el aire los cauces migratorios
de la luz. Y tras él nuestros sueños
y el deseo, la pulsión rebosante de lo amado,
reflejos que perviven la existencia.
Como un volcán inerte se apaga nuestro amor.
Queda un nudo de sombras salvajes
en la bruma. Y el vértigo inasible del recuerdo
durmiendo en soledad. Queda la noche,
nuestro ardor, la ceniza.
Manuel M. Barcia