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Antes de ser el fuego
la lluvia fue el instinto del diluvio,
lo fértil del amor, sus gotas de rocío,
la mácula en el iris de la luz.
Desconocíamos la noche,
y también la tristeza
que habita el corazón cuando estalla el vacío
inútil el placer, soledades y llanto.
Y sólo tú sabías concebir el embrujo,
la sangre que derrama en las entrañas,
- ardíamos los dos en brazos de la muerte -.
El aire cicatriza las nubes que originan manantiales,
el tiempo inexistente en el misterio
la urdimbre que nos teje y momifica,
la sombra en las edades.
Manuel M. Barcia
Lo que más temo
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Lo que más temo no es la herida abierta, el aguijón
mortal de unas células que se reproducen sin límite,
el duelo que mata los días cuando se ha per...
Hace 7 horas
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