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Tú conoces la edad de los abismos,
los héroes que caen
mientras sueñan haber sido victoria.
Y a todos los que fueron
como un himno sin letra,
apenas ilusión de su reflejo,
signos del almanaque cuya vida deshojan
sangrando en las tinieblas.
No fuiste recompensa del honor,
siquiera recibiste una medalla,
decidiste, prudente, la nobleza.
Sin embargo,
los muertos tienen patria:
Desconocen las gestas impasibles,
la gloria belicista del soldado,
las órdenes de alta graduación
que deben ser cumplidas
sin remedio.
Se oyó aquel silbido por el aire.
No supiste, que tras una mirilla,
el ojo de un halcón
volaba peregrino hasta tu pecho.
Y allí, contradictoria,
la fiebre sin dolor,
azufre por aliento,
como un cielo plomizo que la luz desvanece,
arriando tu bandera.
Manuel M. Barcia