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Abrazando el silencio
también se puede oír
las voces que contienen la memoria
y la lluvia en tu cuerpo.
Y la música leve
de la piel que recuerda
el súbito extravío de la sed
cuando el verso diluye lo que ardía
adentro del poema.
Pero si gritas los ecos que no existen,
acaso calle el viento
clamando soledad entre la nieve:
Serás luz del invierno.
Y yo tan sólo humo que crepita
el exilio del fuego.
Manuel M. Barcia
La sobriedad intelectual
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Hace 8 horas
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