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Versar lo trascendente
sin herir
el vientre donde gestan las palabras
los poemas de amor,
no sólo con requiebros invisibles
que mendigan placer
librando su memoria de ataduras,
los ardores de mí,
mientras todo es un cauce de caricias
y bálsamo en la piel.
Hablo de melodías con nombre de mujer,
de musas y universos que se tocan
a través del misterio,
de un himno enardecido,
del tenue musitar que lo silencia
si nada queda por sentir;
si esgrimo solamente una batuta
con temblor,
airadas las corcheas
y en esta muerte lenta que súbita me acoge,
profunda su raíz
cuando la sinfonía revela su destino y enmudece.
Manuel M. Barcia
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