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Acaso fuera yo quien apagase
los días de mujer que avistan sol
tras la llovizna fresca
del aire vespertino en los balcones.
Revolotea enero
las huellas imborrables de la luz
emboscada de otoños,
hasta ser foto en sepia,
y horas despintadas en un lienzo
con amor en la nieve
y azul alrededor
para incitar pasión en los aromas
que furtivos, criaron madreselvas
bajo la calentura de la noche
y el sudor
que resbala de los sueños
lo que se ama por primera vez
entre diluvios casi.
Manuel M. Barcia
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