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Mi carne y tu aliento,
la sangre sonrosada alrededor,
el agua en nuestra piel antes de ahogarse,
el estigma de un beso...
Suicidio singular de la humedad
cuando arde la sed
y en el labio nos toca.
Manuel M. Barcia
Con las manos sembradas en la espalda
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La celda es un paraíso de sal
donde la muerte amamanta hongos de silencio.
La oscuridad pare gemelos ciegos
y una utopía llora dientes de cristal.
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Hace 4 horas
2 comentarios:
Muchísima sensualidad en este elegante poema, Manuel. Precioso.
Me alegra que te guste, Juan.
Gracias por tu agradable visita.
Un abrazo
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