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Como un beso en la herida, hoy vuelves a sanarme,
trayendo a mi desánimo tu voz,
el vínculo vital que nos unía,
corazón de algún dios, promesa inextinguible.
Tu brillo aún resplandece azul, intacto,
si hablamos de ese tiempo que se mide
en hojas de almanaque, con sus noches,
porque allí no nos caben las tristezas.
¿Recuerdas el viaje
que juntos planeamos
sin más equipamiento que un sueño de cristal?
Quizá no sucedió.
Pero fuimos hermanos de locura
y ángeles sin sexo en el amor,
los náutas de las naves siderales
que tienen por destino la amistad
más allá de universos conocibles.
Hoy traes a mi sepulcro en soledad
reflejos de tu luz,
lloviendo sobre mí con el rocío,
y al amigo cercano
que nunca olvidaré mientras exista.
A Ramón Pareja, mi mejor amigo.
Manuel M. Barcia