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¿A dónde se habrán ido los sueños de ñiñez?
¿Será el semblante fútil del espejo
su invisible quimera?
A veces falseamos realidades,
acaso por librarnos de temores y culpas;
para desenfrentar los pensamientos
del juicio en conciencia.
No queremos saber.
Preferimos vacíar los calendarios,
saltar por los relieves de la sombra
y asilarnos ocupas de otro ayer.
Pero nadie resulta imprescindible
cuando Nunca Jamás
transforma en laberinto la utopía
y siembra en los años desventura.
Tan sólo los que aran avaricia
se aferran con tesón a lo indeleble
que de las biografías,
nunca podrá escribirse:
La edad en que se plantan los metales,
cosecha del apego a las riquezas,
crepúsculo del hombre,
codicia y epitafio de la nada.
Manuel M. Barcia
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