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Se mueve tu cintura enloquecida
donde el tiempo no corre. Gira, vuela
el deseo de nuevo en tu silueta,
los vientos se despiertan invisibles
adentro de tu viente sin saberlo,
fluyendo en libertad signos de fuego.
Raíz de amor alzado,
tu mística creciente, ríos de piel
ciegamente anegados sin derecho a desbordar.
Y sólo sobrevive algún vestigio
de un aullido en la humedad,
cuando gime el silencio
en solemne crepúsculo de oración
que es himno en tu mezquita
bajo un techo de paz y rico en preces,
cuando danza tu cuerpo
con temblores insólitos del alma
y crece la pasión y sus furores
en tu centro divino de Odalisca.
Manuel M. Barcia
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Hace 40 minutos
2 comentarios:
Un bello poema con toques de sensualidad , leerte ha sido muy grato poeta
Un abrazo
Stella
Me alegra mucho saber que te ha gustado, Carmen.
Gracias por tu huella amiga.
Un beso
Manuel
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