Jugamos a ser dos en uno solo,
alterando las reglas que establece
la voz instigadora del misterio
Nos hicimos costumbre,
hacedores del bien y compañeros,
y una misma luz para los ojos
que miran sin recelo a la pareja
Ignoramos las sombras
que acechan a través de los espejos
el oscuro destino de las almas perdidas
y fuimos en su imagen invisibles
Sin embargo, olvidamos,
llenar la soledad de compañía,
su lenguaje presente
cuando sólo hay mudez en las palabras,
el grito, los gemidos del deseo,
los placeres del llanto,
la vida que renace del destello
que ilumina los cuerpos
cuando ardemos tú y yo en transparencias
Y somos aventura de la noche
caída en los abismos del silencio,
amantes de ocasión y su postdata.
Manuel M. Barcia
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