He sentado la sed de mis dominios a la orilla del mar;
viendo pasar el tiempo, la humedad de la gente
bajo los los nubarrones de negra soledad
que flotan en las huellas de sus itinerarios.
Eso tiene la vida;
te la puedes beber en cántaros de nadie,
llena de lluvia y miel,
o agria como un sorbo de marea
en la tasca del puerto,
latiendo libaciones o naufragios
mientras viene algún verso que me guíe.
En este transitar de seres sin destino,
mi alma se refugia en una esfinge.
Y busca en los enigmas mi consuelo,
traspasa laberintos,
viaja mi existencia en utopías,
traspone los desiertos
y burla con sandalias la ruta de mis pies
y los ojos descalzos en un mundo de ciegos.
Y solo en espejismos de penumbra,
vuelvo hasta Alejandría,
codifico un poema
y tomo ya mi último café.
Manuel M. Barcia
4 comentarios:
Delicado, sutil,..como todo cuanto toca tu pluma.
Algún día me gustaria ser invitado a uno de esos cafés.
Un abrazo, amigo mío
Espero que se pueda cumplir tu deseo, Perfecto, y que el primer café que nos tomemos tan sólo el último en una lista interminable.
Un abrazo, Amigo
Manuel
En el 'dominio' del último puerto pasa la vida por todos los laberintos y vuelves a la diversa Alejandría.
Pero no... al último café.
Me encantó la introspección con las pincenladas de realidad ,el arte y el deseo.
Un abrazo:
Elsa.
Gracias por este tu viaje hasta el sur de fantasía, Elsa.
Un beso
Manuel
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