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Érase una vez
la vasta corrupción
en el reino de ávidas riquezas.
Allí se construían
aeropuertos sin nadie,
kilómetros de asfalto hacia la nada,
oasis sin desierto
y templos de lo efímero en la sombra
sobre aquel espejismo.
Hartos de la utopía
buscaron otra edad sus habitantes,
donde fuera posible
sembrar con trigo limpio su miseria.
Y vientos transeúntes
capaces de barrer hasta el olvido
la infamia por decreto, lo inmoral,
despertar al que roba
de sueños delirantes sin destino.
Manuel M. Barcia
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Hace 3 horas
4 comentarios:
¡ Dios mío, qué cuento tan feo, Manuel... ¿o es realidad? ¿No me suena a mí al Aeropuerto de Castellón, a esta Comunidad Valenciana totalmente despellejada hasta dejarla, siquiera sin huesos? ¿a esta España corrupta por quienes debían, en teoria, claro, ser los principales valedores de todo?
No sé Manuel.. no sé.
Para el proximo cuento, algo como el del Principito, porfa.
concha dixit.
Desconozco si este cuento tiene final feliz, pero siempre queda el Principito...
Gracias por ser luz de este viaje, mar.
Un beso
Y a mi me dá que el cuento es demasiado real...?
Yo también prefiero El Principito!
Y yo. Pero hoy sólo tocan rebajas de realeza...
Gracias por venir, Mavi.
Un abrazo
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