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Expía nuestra culpa
en el lento placer de lo que ardemos.
La paz invulnerable
de todo el furor que nos incita,
aguaceros de mí
que surcan derrotados
la lluvia que te sacia
y nuestra comunión
cuando cesen las huellas del diluvio.
Manuel M. Barcia
El viento
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De niño, al doblar aquella esquina,
tan próxima al mar, un golpe de viento
me enviaba en dirección contraria.
Así una vez tras otra.
Era un pres...
Hace 7 horas
2 comentarios:
Enigmaticamente... Precioso.
Me alegra que te guste, Mavi.
Gracias por tu paso.
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