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Ya no soy como era,
tan semejante a ti
parigual en los celos y el amor
infeliz sin remedio.
Ha venido la edad del ciclo inevitable,
la hora de existir en la leyenda,
designio sin especie, oquedad en lo eterno,
el sino que embrujó por un instante
nuestras almas gemelas.
Sin embargo, aún rezuman los pliegues de la piel
aromas de alhelí y valles con tu sombra,
fluidos de mujer como prueba de algo.
Quizá sólo un jardín en mi existencia
con las flores caducas, crepúsculo en el cielo
y luces que hacen daño en la memoria.
Depósitos de llanto en soledad,
inmensas explanadas de dolor,
la imagen de la siega,
coronas de difuntos que sembramos
una tarde de invierno.
Manuel M. Barcia
El mar de la noche
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Hay en tu rostro una herida donde las sílabas en calma
se adormecen como barcos sin un mar que los agite.
Riela la lluvia bajo el farol, allí se ref...
Hace 4 horas
2 comentarios:
Qué triste, Manuel.
El poema llega...
Un beso
Ana
La tristeza tiene eso, meiga, duele, se adentra y llega...
Gracias por dejarme tus palabras.
Un beso
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