Yo,
que nunca he sido débil
combatiendo la ausencia,
descargo cada noche
archivos que te nombran
a ras de memoriales en silencio,
descubro bibliotecas que cerré
a la contemplación,
apenas alfabetos moribundos,
mi rastro en lo que fui
ritual de leyendas imposibles
que sólo son la página final
de un compendio sellado.
Había, sin embargo, infinitud
en aquellas palabras
que ambos escribimos a lomos de tu piel,
un renglón de costumbres
reclamando castigo
por ser el horizonte de una queja,
lo infausto de sentirnos doblegados
por culpa de un error
que duerme sus estigmas en mi almohada.
mmb
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