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martes, 16 de noviembre de 2010

EN UN RINCÓN DE OTOÑO...



Tus manos diminutas
parecían girar los aspavientos
con la misma cadencia
que alegra el sentimiento de las olas
cuando ríe la mar

En aquellas caricias clandestinas
tenías un estigma del deseo
tan sólo a flor de piel,

Como un abrazo a medias
capaz de descubrir la soledad
para que cicatricen las heridas
cuando el pulso resume
toda la desnudez en carne viva

Cada signo de ti que ahora me envuelve,
reconoce las huellas que han dejado
las luces prisioneras del invierno
que alargaban tus pasos en mi sombra

Y llega, sin embargo,
olor de primavera,
tomada por la lluvia mientras cesan
las tormentas de abril

Y vuelve tu silueta hasta mi lado,
ya cierta y conjetura,
como premonición de compañía,

como el sol de carmín
en los labios de los enamorados.



Manuel M. Barcia

2 comentarios:

Concha Vidal dijo...

"... cuando ríe la mar..."

Porque sí, ciertamente es así, la mar ríe y llora y ama.
Porque la mar está viva.

Concha dixit.

Unknown dijo...

La mar está viva, sí.
Y late los sonidos del silencio con murmullos de arena...

Yo la oí.


Gracias por tu levante, Concha.

Un beso
Manuel